lunes, enero 30

Cementerio de mariposas


En medio de un pequeño e inhabitable universo llamado “Atacama”, en un lugar que no es lugar, donde la noches son un poema y las estrellas se tocan con la mano, existe el más maravilloso y desolado escenario donde las mariposas van a morir. Solas, alejadas de sus flores y la belleza que las rodea, van en busca de los suyos, sus ancestros que petrificados y resecos bajo el sol del desierto, se mantienen inertes, apáticos, como traídos de otros tiempos .
El astro rey marca el medio día, en el desierto mi sombra se da un baño, como una extensa lombriz de oscuridad en un terreno de blanco carmesí. Son cuatro mil novecientos metros de altura, el oxigeno escasea para un ser de nivel de mar como yo, el viento deja de golpear la carpa y pretendo encontrar el fósil (si así se le puede llamar) de un meteorito caído (o extraviado) en nuestro planeta hace más de 4 mil años.
Voló por el cosmos por miles de millones de centurias y en un tras decidió venir a la Tierra, son pocos los locos que se atreven a vivir en medio de la soledad del altiplano, sólo para encontrarlo, más bien a uno de sus fragmentos.
El mareo que provoca la altitud y el Sol que rasga la piel no me permitían iniciar el viaje, fue ahí en que me encontré con un pequeño alado, una mariposa de alas blancas, amarillas y círculos rosados, un ser tan diminuto que caería en una de mis uñas.
Fue como un destello de luz que subía y bajaba frenéticamente hasta que se poso a mi lado, en una roca que ardía como el infierno.
Dos cosas pasaron por mi cabeza: Beberá agua si le doy? Y qué salar, río o laguna hay cerca de donde me encontraba?
La primera respuesta fue positiva, se poso en un vaso que deje cerca de ella… la segunda me intrigó mucho más, ya que el salar más cercano (Salar de Atacama) se encontraba a 240 km de distancia, y ríos ni en broma; de hecho, la ciudad más cercana era una mina de cobre, donde flores no creo encontrar.
Fueron algo así como 10 a 15 minutos en que nos acompañamos, con dos intentos de sacarle fotos, ella no se dejó. Un intento de seguirla, pero la altura y el Sol no lo permitió. Yo iba en busca de un Meteorito, una roca colosal y me encontré cara a cara con el ser más pequeño que podría transitar el desierto, esta experiencia me llevo a pensar (y mucho)…imaginen cuanto mide una mariposa normal,  de 3 a 5 cms, y el desierto son más de 6 mil metros cuadrados.       
Muchas personas viven creyendo que tienen problemas gigantes, o no se creen capaces de lograr hazañas… pero aún el más árido de los desiertos es desafiado por el ser más pequeño y débil de la existencia.

Aquí no cantan gallinas, ni trinan pájaros, la sombra de la noche te congela, el viento y la sequedad lo dominan todo, pero todos los años las mariposas en soledad cruzan el desierto de Atacama buscando sobrevivir…

martes, enero 17

El hombre del olvido




Cada experiencia que tenemos nos deja una huella, aunque a veces no las podemos ver, sin embargo, hay personas que nos pueden mostrar siglos de enseñanza en su piel, como tatuajes incrustados en las arrugas que agrietan el rostro. Este era el caso de Don Cristóbal. El único habitante de Puerto Cristal.
Vivió sólo durante 15 años junto al lago General Carrera, lo conocí hace dos y me di cuenta que no sólo era un viejito bueno para conversar sobre su historia, sino que representaba mucho de lo que me afecta.
Este puerto ha sido el lugar más inhóspito al que he llegado, en plena Patagonia y después de hora y media de navegar se puede llegar a un embarcadero destruido, la ciudad en silencio y el viento que arremolina los árboles hacen compañía a Cristóbal o “Piedrita Azul”, que era su apodo… Fue minero toda la vida y hasta hace algún tiempo mantenía la ciudad en pie a la espera que algún día los habitantes de Puerto Cristal volvieran por él.
 Este pequeño hombre de no más de metro cincuenta representa, para mi, el “Hombre Ilustrado” del cual escribió Bradbury, nos dice que en los tatuajes del cuerpo, de ese hombre, se pueden ver montañas y ríos, las cicatrices del tiempo, incluso se pueden escuchar murmullos de voces; planetas estrellas y soles, se extienden en una vía láctea dibujada sobre su pecho.  El escritor mexicano Alberto Ruíz Sánchez, dice que nada se sabe y nada sucede que no esté escrito de ante mano sobre el cuerpo. Bastaba con ver su rostro para saber su final.
Cristóbal  murió solo, en el concepto de soledad que ninguno de nosotros podemos imaginar, aislado, sin una persona que lo pudiera ayudar, sólo las almas de sus compañeros que deambulan por la ciudad.
Al entender que había muerto, justo antes de que volviera a verlo me vino a la cabeza el cuento de Salvador Elizondo “la historia según Pau Cheng”. Donde un Filosofo llamado Pau Cheng se internó por las calles de una ciudad, a través de una ventana vio a un viejo sabio lanzar una bocanada de humo azul, era un escritor, sobre la mesa estaban las páginas de un cuento, en él estaba escrito que el viejo sabio era un recuerdo de Pau Cheng, el escritor tomó las páginas de su cuento y leyó las palabras: “si ese hombre me olvida, moriré”…
Muchos viajes nos llevan a conocer personas y personajes que a veces nada dejan o si logran forjar una huellas en nuestra memoria, tienden a empolvarse tras la postal de la naturaleza.  Me encantaría ser como el personaje “Fundes el memorioso”, escrito por Borges, un hombre que era incapaz de olvidar.
… Si pudiéramos ver los tatuajes invisibles de nuestro cuerpo , no tendríamos pena…