Un día cualquiera de octubre del año 1 antes del fin del
mundo, buscando la calle a ver si se me
aparecía la virgen, me vi puesto y dispuesto en Cali. Ciudad al sur de
Colombia.
Si uno viaja desde Chile se debe tomar rumbo norte y doblar
a la izquierda después del Ecuador, pero si llega a la cordillera o la selva se
pasó.
Es más o menos así, blanca con techos rojos, de cálido
ambiente, somnolienta y embriagadora, donde el buen dormir no se conoce, pero
la buena compañía abunda.
Todas las calles fueron bautizadas por algún analfabeta de
poca imaginación, lo que hace muy difícil perder la orientación, las “Carreras”
miran de este a oeste y las “Calles” van de norte a sur. Todas son números
correlativos.
Dicen que es la “capital de los documentales”, un Caliwood
en potencia, para quienes gustan de este estilo de ficciones es muy
recomendable; lo increíble es que muchos caleñ@s saben y conocen un género que
en otros lados es bastante under el “Fake” (historias que parecen reales y son
falsas, como los documentales).
Ahora si no gusta del
séptimo arte, pero si de las “obras que Dios nos entregó” debe visitar Cali. Aquí
las mujeres son las más bellas del continente, o por lo menos compiten de igual
a igual con quien ud considere que es bella. Son hechas a la medida de lo que
el consumidor quiera, se les diferencia del resto de las Colombianas por su
final de espalda, un verdadero monumento a los paradigmas de la belleza actual.
Si ud es mujer, tranquila los hombres también son guapos.
Una prenda que usar: pantalón corto
Un artefacto que llevar: pastillas para no soñar
Un regalo con el cual volver: Un Guaro
Lo que no se olvida: las amistades internacionales y diplomáticas
que esta ciudad ofrece.
Ojo! Cali es Cali, las demás son lomas…
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