Viajo, desde antes de tener conciencia
sobre mi propio ser, vivo los años recordando y descubriendo lugares. Cada
remembranza comienza con una imagen que conjura algo del lugar donde se produjo
un encuentro. Algunos de esos lugares pueden localizarse fácilmente en el mapa
y otros no. Todos, por supuesto, han sido visitados por muchos otros viajeros. Que
creo, también se han sorprendido diciendo: Yo he estado allí. Pero, están esos lugares
desconocidos, mucho menos han sido explorado y que están a la mano de
cualquiera.
El espacio y las estrellas son un destino difícil de
conseguir, la literatura es la herramienta más fácil para realizar un viaje a
planetas, galaxias e incluso astros que aún no conocemos. Quien haya leído a Isaac Asimov o Julio Verne
sabrá de lo que hablo. Tal vez, son los ojos de una novela, la única
manera que permite al cerebro tocar delicadamente las visiones de otro.
Hace años estuve en Paranal, el observatorio astronómico más
importante del sur de este mundo. Enclavado en el desierto a un metro del cielo,
donde todos, y digo con propiedad todos!, los rincones del Universo se dejan
ver. Son tres grandes telescopios, que despiertan de su letargo con cada
atardecer, es un espectáculo digno de la ciencia ficción. Máquinas gigantes
cobran vida, olvidando a los hombres que las operan, para escudriñar el cielo
infinito. Abajo, un grupo de científicos viva bajo tierra, en una ciudadela con
árboles, piscina, río y habitaciones, como topos que no deben dejar escapar ni
un haz de luz, para no entorpecer el trabajo de Paranal.
Mucho tiempo antes yo había sufrido la decepción al mirar al
cielo como lo hizo Copérnico o el mismo Galileo, pensando que lo colores de las
estrellas, los anillos de Saturno y el rojo Marte me asombrarían… no fue así,
resulta que la luz que reflejan es tan sutil que cuando entra en la atmósfera terrestre,
todo se vuelve blanco y negro.
Un astrónomo me dijo: “mijo ud está errando la concepción de
lo que tiene en sus ojos, mire que creer que es todo de a colores!. Esto es
como el cine, lo que ud vio fue el cine mudo, al igual que los primeros que
miraron al cielo, fuiste parte de los espectadores que vieron la ´llegada del
Tren`. Deberías sentirte privilegiado, somos casi 7 mil millones y ni la decima
parte ha visto los planetas que nos rodean”.
Cuanta razón tenía este viejo zorro. En Paranal conocí los telescopios más grandes
que la humanidad haya construido, estuve en el corazón mismo de ellos y pude
ver in situ las fotografías que allí se toman del Universo. Que distinto es
tener cine en HD. Sin embargo, se pierde la magia y el romanticismo de aquellos
cazadores de cometas y aventuradores de el espacio infinito. Acá los
científicos piensan en números, todo se calcula y las máquinas hacen su
trabajo, sólo al final de la jornada se puede ver el resultado (y entiéndase
jornada por meses de investigación).
Pese a todo, me quedó con la primera experiencia, con el
telescopio que cae en una maleta, con ver las estrellas y planetas como los primeros,
con visitar ese lugar en el que nuca estaré, pero del cual puedo decir que
estuve allí.
Un libro para leer si gustan de las estrellas: “Cosmicosas”
de Italo Calvino.
PD: Hace un par de días vi una serie colombiana “Tomás, Alba
y Edison”, en el que un niño miraba las estrellas con un telescopio y desde más
allá de las estrellas, en un pequeño planeta un niño, extraterrestre, hacia lo
mismo devuelta. Ambos se saludaron… Hoy después de haber visitado y hablado con
tatos científicos me parece imposible, pero en un momento de mi vida siempre
creí que podía ser capaz. Sera por eso que me hizo sentido.
Telescopio por dentro, así son en realidad
cerro Paranal
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